miércoles, 14 de abril de 2010

DOS

Miraba una y otra vez su reflejo en el cristal de su ventana, al igual que hacía cada día al pasear frente a escaparates de tantas tiendas que nunca visitaba, y por más que miraba, por más que lo intentaba, no conseguía ver más allá del reflejo de una perfecta desconocida.

Llevaba tanto tiempo sin verse, que el buscarse se le hacía una tarea aterradora. Tanto lo era, que un día decidió dar por terminada la búsqueda, y conformarse con ver a aquel personaje triste y gris que intentaba hablarle desde sus regiones especulares. Darle conversación iba más allá de sus intenciones, la desconocida podía hablar días enteros sin que a ella le interesase lo más mínimo lo que tuviera que decir.

Un día alguien le preguntó cómo se encontraba. La autómata contestó que muy bien. Ese alguien comentó, como quien habla de cosas banales, que hacia tiempo que no la veía. Y ella, esbozando la mueca de lo que algún día pudo ser una sonrisa, pensó que al menos no era la única que le había perdido la pista.

Aquella noche, que en realidad fueron cien, o mil, o diez millones resumidas en una, se fue a dormir con la certeza de que su funeral ya se había celebrado. Le cruzó la mente, como un relámpago, la idea de que ni siquiera en ese caso se había molestado en comprar flores. Y se quedó dormida con la ilusión de hacerlo a la mañana siguiente.

Cuando a plena luz del día miró las margaritas que llevaba en la mano y se dio cuenta que no sabía dónde debía llevarlas, recordó que hubiese preferido que le regalasen cualquiera de las mil clases de flores distintas que realmente le conmovían. Se asustó ante aquella memoria, y muy nerviosa corrió calle abajo hasta llegar a la galería de escaparates por los que pasaba todos los días. Miró en el primero, pero no vió nada, así que corrió al siguiente. Nada tampoco. Siguió corriendo y buscando desesperadamente en cada cristal.

Hoy, no sabe si fue en el quinto o en el duodécimo o el trigésimo tercero, pero lo que sí sabe es que en aquel cristal encontró un destello que le recordó a ella misma. Sabe que fue allí cada día, durante mucho tiempo, a buscarse primero, a conocerse después, a mirarse sin más un poco más tarde. Hoy, no deja de verse a cada momento, y le gusta hacerlo, y se hace reír, y ha decidido seguir buscando, nunca parar, hasta conocer cada rincón de ella misma. Ha decidido no volver a dudar cuando vea esos ojos, sentirse a salvo en ellos, y cuidar de ellos como si del bien más preciado se tratase.

3 comentarios:

  1. Llegué tarde, como siempre..., pero llegué
    para leer geniales despropósitos.

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  2. Precioso tal como dice Silvia y lindo que digo yo.
    Ayer en la noche supe de la existencia de lo que escribes y hoy domingo, casi de madrugada corrí a la oficina a encender mi ordenador. Necesitaba saber que y como escribías.
    Si deseas visitarme hazlo en http//tueresvoluntad.blogspot.com o en
    http//hispaniamgolfum.blogspot.com

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